No hay que hacer la cima del Everest para sufrir alguna de las formas de mal de altura, un grupo de patologías de riesgo variable que no es exclusiva del himalayismo. Más de 100 millones de personas habitan en localidades de todo el mundo que superan los 2.500 metros, y cada vez hay más personas desplazadas a grandes altitudes por motivos de ocio o de trabajo.
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